domingo, 22 de agosto de 2010

PECES EN CACHITOS

Era demasiado temprano para levantarse. 7.50 de la mañana y la alarma como aturdía. En ese momento queria ser como la pantera rosa sacando un maso del cajon del  buro y madrearme al cucu.

El ya se habia disculpado y yo acepte que esta en su derecho de ironia como parte de su escencia chingativa y eso, la disculpa, es lo unico que necesitaba para no dejar de estar a su lado. Con la enorme pesadez de mis kilos, levanto una pierna, levanto la otra y llego a rastras a la regadera. Salgo a la calle con el peindao de salon que me caracteriza,ocultado por una boina gris, y camino sin rumbo aparente. Este destino no llegó.

Terminé en una agencia de autos con el oso a lado, tratando de entender los cálculos chupasangre de los créditos. Mejor sigo en mi combi. En el metrobus. Quise seguir sorprendida con la lista de mensualidades de intereses que dejó en mis manos el vendedor para no pasar a la sorpresa de ver su peluda barba sentada en aquel banco dentro del restaurante al entrar.

No había barba. No había orejas.No había pompón. La tarde transcurrió entre tallarines, pez crudo, te verde, rollos y cosas agridulces. Los complementos comenzaron a llegar. Entonces ella entró. La verdad comprobada, dos en un mismo cuerpo. Mi izquierda se omitió de la repentina realidad, se volvió a la aventura de su propia felicidad sin tartamudear, ver para afuera nunca fue tan entretenido.

Cómo la droga? si juro que no lo vuelvo a hacer! la melomanía no es un fuerte de mi perdonalidad, pero a su lado es un juego de niños... ociosos y borrachos adolescentes que ríen y juguetean a la más minima provocacion musical, soez y baja. Absurdo e inexistente a muchos oídos normales.

Obviamente no me creí el cuento de que tenía cosas que hacer.

Eventos próximos, teatro y ropa. Ahí te vas a aguantar. O me aguantaré yo?
Sólo quiero paz.

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